sábado, 8 de junio de 2013

MUJERES EN BLANCO Y NEGRO

                                                                         

   Mirando fotos antiguas, esas en blanco y negro que se volvieron sepias con el tiempo, en las que nuestras abuelas parecían tener aspecto de viejas siempre a pesar de quizás no superar ni siquiera los treinta años, en que sus vestimentas y sus modos dejan translucir una vida sencilla tras la que se ocultaba un mundo de sacrificio y abnegación.
Vidas anónimas de mujeres que pasaban sus vidas preñadas, amamantando y criando hijos, que levantaron un país posbélico y postrado y  con sus vientres suplieron los muertos de una sangrienta guerra.
Ellas solas, con sus manos callosas y gastadas por el trabajo, manos que eran la supervivencia de aquellos tiempos difíciles, tiempos de frío y hambruna, manos resistentes para el trabajo y suaves para las caricias.
Esos ojos que sólo en su secreta profundidad se permitían una lágrima silenciosa, cuyo pecho apenas dejaba escapar de vez en cuando un suspiro hondo de desesperanza, porque sus vidas no daban para planteárselas, porque sus días no daban para pensarse, sólo para vivirse.
Crearon las condiciones de nuestro presente con sus pechos y sus vientres ubérrimos.
Mujeres multíparas y galactóforas que dieron vida nueva a un país yermo de odio  y sangre, que creyendo en el futuro crearon nuestro presente y prestaron sus vientres a la vida, que con sus pezones secos de gastados criaron una nueva esperanza, que sólo se permitían retorcerse sus manos calladamente entre su delantal en una mueca sorda intentando entender por qué sobre ellas recaía toda la responsabilidad de sacar a flote un sueño nuevo.
Que regaron con su leche los campos muertos de la vida emergente, que saciaron el hambre de tantas bocas aún sacrificando la suya.
Pechos secos de llanto y ayuno, de entrega y ternura.
Ellas levantaron esta España, ellas, mujeres de blanco y negro, mujeres de delantal limpio y moño bajo, de alpargatas raídas y manos agrietadas con eterno olor a lejía. Ellas merecen todo el color, todo el reconocimiento, todos los homenajes.
Ellas que acaban sus días como  sus vidas, solas, en silencio, sin una mano que sepa recompensar tanta entrega.
Mujeres anónimas a las que tanto debemos.
Mujeres de blanco y negro.

Susa Martín

2013

miércoles, 13 de marzo de 2013

OTROS TIEMPOS, OTROS DÍAS, OTRAS MAÑANAS.



                        
                                Parque Infantil ,Écija   1963  
        
       Despertaba como cada mañana  con el sonido de una voz conocida, casi familiar, que emitía la siempre  conectada radio de mi padre. Noticias que abrían la ventana de la vida a otra jornada; y el tazón de cola-cao, el uniforme limpio, los tirones del peine al recoger el pelo, y las eternas trenzas, y el olor a colonia fresca; los zapatos “Gorila” siempre relucientes -aquellos de la pelota de goma verde que tanto botaba -… y salir apresuradas al colegio de la mano de la “tata” y de mi hermana.

     ¡Cómo olía a cuaderno nuevo, a goma de borrar, a tiza reciente voloteando por el aula, y la mancha de tinta, y el trapo; y el pizarrín y la pizarra, y el “salivazo” para borrarla; y las cuentas, los dictados, las misas, los rezos, y los juegos; saltar a la comba - más bien torpe-, y  la “tanga” y su “rayuela” cuadriculada  sobre el suelo con tiza, con un trozo de piedra o un plato roto de cerámica, cualquier cosa, una caña o un palo cualquiera: Juegos improvisados aprovechando cualquier mínimo objeto en desuso, encontrado en el patio del recreo, y reciclado nuevamente por la imaginación y la carencia de juguetes.

     Cómo presumía yo con aquel reloj de mentira en la muñeca, con la hora siempre fija, correilla negra de plástico, imitando los de los mayores. A mi hasta me hacía creerme más mayor, más alta. Cuando veía a Pablito, el niño  que me gustaba, yo arremangaba la camisa para que lo viera y me creyera él también, más mayor, más alta.

     Siempre surgían riñas en casa durante el almuerzo, era muy lenta, mi  madre desesperaba porque éramos cuatro y no podía atenderme a mí sola. Entretanto la “tata” con paciencia y mucho cariño, sin darle importancia, enjugaba con el pico del delantal mis lágrimas mientras, en voz muy baja me decía al oido: -” Cómetelo todo, que vas a ser la niña más guapa del mundo “y lograba con sus zalamerías, que me lo comiera casi todo, porque siempre me sobraba la última cucharada, me gustaba salirme un poco con la mía.

     Qué agradables eran las tardes de Parque Infantil. Jugábamos “a las princesas”, al corro, otra vez a la “tanga”, mientras las niñeras hacían sus tertulias, sus cantos, sus risas, sus mil chismes. Era sin duda el mejor momento de sus jornadas. ¡Y como les gustaba reírse de los últimos chismorreos en voz muy alta¡

     Sonaban en el aire las novelas radiofónicas: -“Capítulo tres mil ochocientos veintisiete” -¡Ama Rosa¡ Historias de desamor, de desesperanza, siempre un señorito aprovechado y desaprensivo dejaba a la sirvienta embarazada.

     Yo apenas entendía la vida pero miraba los ojos empañados de mi “tata”, siempre lloraba, ella escuchaba sin perderse detalle, abstraida mientras la ropa planchaba. Por sus suspiros se le notaba cómo sentía aquellos desamores aquellas historias, aquellas esperanzas rotas. A mi me gustaba estar muy cerca de ella, compartiendo aquellas vidas maltratadas. Más de una vez de tanto arrimarme me llevé alguna quemadura de la plancha.

    Cenas de huevos pasados por agua, migados con pan, o “sopaipillas” estiradas con una botella verde de cristal grueso en la encimera de la cocina bien enharinada, con chocolate que siempre tan caliente te dejaba la lengua un buen rato achicharrada.

     Y se acababa el día  ¡Niñas a la cama, no os olvidéis de rezar, que si vuestra vida terminara esta noche llevéis limpita el alma”, Yo siempre me lo saltaba o rezaba muy ligero para meterme pronto en la cama. Me dormía con un aparato de radio grande debajo de la almohada, expectante cada noche de las historias que pasaban “Operación Clavel” decía el locutor, y las historias de otras vidas distintas a la mía comenzaban, Yo apenas entendía lo que había pasado pero sentía la solidaridad de la gente, la tragedia de muchos que lo habían perdido todo en unas riadas.

            ¡Ah¡ y la música en la radio… aquellas “Canciones dedicadas”: ” A continuación “ Por el camino Verde” de Carmen para su  novio Paco  que está en Cerro Muriano haciendo el Servicio Militar, para que venga pronto y no la olvide”:

“Por el camino verde, camino verde que va a la  ermita,  desde que tú te fuiste lloran de pena las margaritas… “

Radio alcahueta de sentires y pesares, arregla-noviazgos, de quereres de madres, de consejos  en el aire, lo mismo para teñir una bufanda o recuperar a una amante.

     Eran otros tiempos, otras épocas, otras mañanas.

Susa Martín 
Écija, 7de enero de 2013




viernes, 17 de febrero de 2012

" Montmartre" óleo de Susa Martín

                                    "Montmartreóleo sobre lienzo (70 x 100) 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Alacena cacharros grande (trampantojo)

                                             Alacena cacharros grande (trampantojo)
                                 Técnica: Acrílico sobre tabla (130 x 70)

"Venecia" óleo de Susa Martín

 
                                 "Venecia" óleo sobre lienzo (80 x 60)  

lunes, 17 de octubre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

"Calle Betis" óleo de Susa Martín

                                                  "Calle Betis"  Óleo sobre lienzo (80 x 60)