Parque Infantil ,Écija 1963
Despertaba como
cada mañana con el sonido de una voz
conocida, casi familiar, que emitía la siempre conectada radio de mi padre.
Noticias que abrían la ventana de la vida a otra jornada; y el tazón de cola-cao,
el uniforme limpio, los tirones del peine al recoger el pelo, y las eternas
trenzas, y el olor a colonia fresca; los zapatos “Gorila” siempre
relucientes -aquellos de la pelota de goma verde que tanto botaba -… y salir
apresuradas al colegio de la mano de la “tata” y de mi hermana.
¡Cómo olía a
cuaderno nuevo, a goma de borrar, a tiza reciente voloteando por el aula, y la
mancha de tinta, y el trapo; y el pizarrín y la pizarra, y el “salivazo” para
borrarla; y las cuentas, los dictados, las misas, los rezos, y los juegos;
saltar a la comba - más bien torpe-, y la
“tanga” y su “rayuela” cuadriculada
sobre el suelo con tiza, con un trozo de piedra o un plato roto de cerámica,
cualquier cosa, una caña o un palo cualquiera: Juegos improvisados aprovechando
cualquier mínimo objeto en desuso, encontrado en el patio del recreo, y
reciclado nuevamente por la imaginación y la carencia de juguetes.
Cómo presumía yo
con aquel reloj de mentira en la muñeca, con la hora siempre fija, correilla
negra de plástico, imitando los de los mayores. A mi hasta me hacía creerme más
mayor, más alta. Cuando veía a Pablito, el niño
que me gustaba, yo arremangaba la camisa para que lo viera y me creyera
él también, más mayor, más alta.
Siempre surgían
riñas en casa durante el almuerzo, era muy lenta, mi madre desesperaba porque éramos cuatro y no
podía atenderme a mí sola. Entretanto la “tata” con paciencia y mucho cariño,
sin darle importancia, enjugaba con el pico del delantal mis lágrimas mientras,
en voz muy baja me decía al oido: -” Cómetelo todo, que vas a ser la niña más
guapa del mundo “y lograba con sus zalamerías, que me lo comiera casi todo,
porque siempre me sobraba la última cucharada, me gustaba salirme un poco con
la mía.
Qué agradables
eran las tardes de Parque Infantil. Jugábamos “a las princesas”, al corro, otra
vez a la “tanga”, mientras las niñeras hacían sus tertulias, sus cantos, sus
risas, sus mil chismes. Era sin duda el mejor momento de sus jornadas. ¡Y como
les gustaba reírse de los últimos chismorreos en voz muy alta¡
Sonaban en el
aire las novelas radiofónicas: -“Capítulo tres mil ochocientos
veintisiete” -¡Ama Rosa¡ Historias de desamor, de desesperanza, siempre un
señorito aprovechado y desaprensivo dejaba a la sirvienta embarazada.
Yo apenas
entendía la vida pero miraba los ojos empañados de mi “tata”, siempre lloraba,
ella escuchaba sin perderse detalle, abstraida mientras la ropa planchaba. Por
sus suspiros se le notaba cómo sentía aquellos desamores aquellas historias,
aquellas esperanzas rotas. A mi me gustaba estar muy cerca de ella,
compartiendo aquellas vidas maltratadas. Más de una vez de tanto arrimarme me
llevé alguna quemadura de la plancha.
Cenas de huevos
pasados por agua, migados con pan, o “sopaipillas” estiradas con una botella
verde de cristal grueso en la encimera de la cocina bien enharinada, con
chocolate que siempre tan caliente te dejaba la lengua un buen rato
achicharrada.
Y se acababa el
día ¡Niñas a la cama, no os olvidéis de
rezar, que si vuestra vida terminara esta noche llevéis limpita el alma”, Yo
siempre me lo saltaba o rezaba muy ligero para meterme pronto en la cama. Me
dormía con un aparato de radio grande debajo de la almohada, expectante cada
noche de las historias que pasaban “Operación Clavel” decía el locutor, y las
historias de otras vidas distintas a la mía comenzaban, Yo apenas entendía lo
que había pasado pero sentía la solidaridad de la gente, la tragedia de muchos
que lo habían perdido todo en unas riadas.
¡Ah¡ y la música en la radio… aquellas
“Canciones dedicadas”: ” A continuación “ Por el camino Verde” de Carmen para
su novio Paco que está en Cerro Muriano haciendo el
Servicio Militar, para que venga pronto y no la olvide”:
“Por el camino verde, camino verde que va a la ermita,
desde que tú te fuiste lloran de pena las margaritas… “
Radio alcahueta de sentires y pesares, arregla-noviazgos, de
quereres de madres, de consejos en el
aire, lo mismo para teñir una bufanda o recuperar a una amante.
Eran otros tiempos, otras épocas, otras
mañanas.
Susa Martín
Écija, 7de enero de 2013