miércoles, 19 de octubre de 2011

Alacena cacharros grande (trampantojo)

                                             Alacena cacharros grande (trampantojo)
                                 Técnica: Acrílico sobre tabla (130 x 70)

"Venecia" óleo de Susa Martín

 
                                 "Venecia" óleo sobre lienzo (80 x 60)  

lunes, 17 de octubre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

"Calle Betis" óleo de Susa Martín

                                                  "Calle Betis"  Óleo sobre lienzo (80 x 60)

jueves, 13 de octubre de 2011

"Terraza " Acrílico sobre lienzo

                             "Terraza grande" 
                                   Técnica: (Acrílico sobre lienzo (110x 85)

miércoles, 12 de octubre de 2011

Alacena cacharros azul ((Trampantojo)

                                      Alacena cacharros azul  ((Trampantojo)
                                   Técnica: Acrílico sobre tabla (60x 80)

martes, 11 de octubre de 2011

lunes, 10 de octubre de 2011

"La farmacia" acuarela Susa Martín

                               "La farmacia" acuarela 80 x 60   Susa Martín 

"El frutero" acuarela Susa Martín

                                     "El frutero" acuarela 40 x 60   Susa Martín 

"Parisino" acuarela Susa Martín

                                             "Parisino 1" acuarela 80 x 60   Susa Martín

                                    "Parisino 2" acuarela 80 x 60   Susa Martín 

"Paisaje rojo" acuarela Susa Martín

                               "Paisaje  rojo" acuarela 80 x 60   Susa Martín 

domingo, 18 de septiembre de 2011

sábado, 17 de septiembre de 2011

"Canastos " acuarela de Susa Martín

                        "Canasto 1 " acuarela 50 x 40  Susa Martín



                     "Canasto 2 " acuarela 50 x 40  Susa Martín 

viernes, 16 de septiembre de 2011

jueves, 15 de septiembre de 2011

"Dia de mercado" acuarela Susa Martín

                                        "Dia de mercado" acuarela 50 x70   Susa Martín

miércoles, 14 de septiembre de 2011

martes, 13 de septiembre de 2011

"Pescando" acuarela de Susa Martín

                                        "Pescando" acuarela 50 x70   Susa Martín 

jueves, 8 de septiembre de 2011

El verano, el tapicero y yo

"Malpica" acuarela de Susa Martín (80x60)

   Ahora que este verano va hacia su fin, recuerdo  como eran los veranos de mi niñez.
Al finalizar el curso, empezaban los preparativos para marcharnos de vacaciones a la playa durante casi tres meses. Apenas dormíamos la noche de antes, llenos de ilusión e inquietud, como si nuestra vida de repente fuese a dar un giro en el tiempo.
Nos levantábamos de noche, a las seis de la mañana, para no coger el calor, aún dormidos niños y niñeras en la parte de atrás del coche  nos apretábamos como si  ese auto fuese  de goma, entre sacos de garbanzos y garrafas de aceitunas, y cantaras de aceite y empezaba un viaje que recordándolo  ahora en la distancia era como si nos fuésemos a emigrar al polo norte.
Los nervios de la puesta en marcha, algún incidente de última hora, un olvido siempre inútil y un saco a reventar de entusiasmo y proyectos.
Han  desaparecido de nuestros paisajes esos coches   con los colchones, las sillas de la playa, las bicicletas, y el orinal de la abuela amarrados en la vaca de su techo, en el que cualquier espacio era bueno para poder transportar algo. En el que las personas se amontonaban en cualquier espacio físico, antes no había cinturón de seguridad, no cabía  nada más, ni siquiera eso, cualquier espacio estaba completo. El vehículo era un mero medio de transporte por encima de otra cosa.
 Eso que antes era tan habitual de ver,  un auto parado en el arcén  con una rueda pinchada,  o con ese capó levantado esperando que se enfriara para poder continuar un viaje que parecía eterno, aunque ahora se haga en dos horas escasas. Y esa "Cuesta de  la Reina" de Málaga, esas curvas,  y ese niño:
    -Papá, para que fulanita va a vomitar.
Y ese padre desesperado a la cuarta vez de hacer milagros para ubicar el coche en algún lugar para que el mareado pudiese salir a vomitar. Eso si con suerte paraba a tiempo, o no había una bolsa preparada para tal incidente.
Y la  parada para desayunar en ese pueblo que hacían los churros (jeringos en mi pueblo) buenísimos, te los daban ensartados en un  junco. Y que devorábamos como si los hubiésemos descubierto  por primeras vez, aún siendo obligado en cada viaje a la costa.
Y después de mil peripecias llegábamos por fin, nos bajábamos del coche medio chuchurridos por lo largo del viaje, el calor y las apreturas, (no había aire acondicionado en los coches de esa época) y empezaban nuestras vacaciones, mar  y tiempo libre.
Reencuentro con los amigos del verano, esos que solo veíamos en esa época, la visita a los mismos lugares, el análisis minucioso de la ciudad..
  -Esa tienda es nueva, han tirado el edificio aquel, hay un cine nuevo… .
La visita al mismo quiosquero, a la tienda de la esquina, al bar que frecuentabas con tus padres, a la heladería, dónde reconocías las mismas caras de años anteriores, o quizás descubrías alguna nueva, y esa palabras a modo de saludo de los nativos de la ciudad los primeros días, ese  “BIENVENIDOS”, que a mi padre le repetían durante los tres meses, porque él jamás bajaba a la playa y estaba tan blanco como el primer día.
El flotador negro grande, que era el recambio de una rueda de camión, con una válvula que te dejaba la espalda hecha polvo , y " mira que bien nado", las púas de los erizos, los pies llenos de alquitrán, los piojos en alguna ocasión por acercarte demasiado a algún barquillo pesquero medio abandonado en la playa, al menos eso decía mi madre, y que te tenían en cuarentena en casa recluida  y atormentada en manos de las personas mayores, que o terminaban con los piojos o contigo.
Vivíamos  en dos casas pegadas por un patio la familia de tío Paco y la nuestra, a la hora de la siesta el rezagado a esa costumbre obligada, se escapaba por el patio a casa de la otra familia, pero rápidamente descubierto por su madre y devuelto a su cama.
Y guardar  el obligado reposo después de comer para evitar los cortes de digestión, que entonces eran vitales y ahora a nadie le importan, digo yo será que hay más motivos importantes para morirse que bañarse media hora después de un almuerzo, o que los padres no tienen ya paciencia de escuchar cada cinco minutos, durante dos horas ese ... “me puedo bañar ya”.
Levantarme de noche para acompañar a mi padre a ver llegar las barquitas a la playa con su pesca y ayudar a los pescadores a sacar el copo. Las redes llenitas de pescados, en un trabajo colectivo en el que yo apenas daba ni para estorbar, pero me sentía importante, útil , bueno nadie comería chanquetes sin mi ayuda ese día . Y ver amanecer, era también el privilegio de ese madrugón.
Noches de cine de verano,  sólo levantarte era el primer objetivo, ver la cartelera para mirar que película daban esa noche, aunque siempre todos los veranos eran las mismas Louis de Funés, Manolo Escobar, Rocio Durcal, Marisol , esa niña repelente a la que queríamos parecernos todas en esas edades.
Nuestras excursiones a una urbanización a ver unos enanos de escayola pintados que decoraban el jardín de uno de los chalets, visita obligada año tras año  y varias veces en el tiempo que duraba nuestra estancia en esa ciudad, y que era lo más parecido a un viaje a Disney Wordl  para nosotros.
Y las noches en el parque dónde nuestra niñera y la de mis primos cantaban haciendo corro y alguien bailaba "tipical hispanis", ellas llevaban la copla en el alma y nos trasmitan todo su entusiasmo. Hace poco hablaba con una prima mía, y me contaba, lo que lloró  el día que vio en una revista que se había casado Peret, entonces mi prima  no debía tener más de 8 años, y  pensaba que iba a esperarla a que fuese mayor. Me pregunto que habría hecho mi prima  con ese señor, ella quizás nada, pero su niñera  se hubiese sentido feliz.
Esos amigos que reencontrábamos todos los veranos, con los que cruzábamos alguna carta durante el resto del año, y eran nuestros cómplices de correrías, cuando podíamos perdernos de la vista de nuestras cuidadoras. Los primeros cigarros a escondidas, las primeras incursiones en alguna discoteca, que casi estaba diseñada para los de nuestra edad y en la que toda tu vida dependía de que aquel chico que te gustaba te sacara a bailar, o al menos se sentara junto a ti. El primer beso, las excursiones al pueblo de al lado dónde compartíamos una coca-cola para todos, y risas, muchas risas sobre todo.
Y los pies de mi primo Paco, asomando por la superficie del mar mientras buceaba pescando pulpos, y  saliendo del mar con sus trofeos como sintiéndose Neptuno, y toda la playa haciéndole corro para ver que había pescado..
A muchos años de distancia en el tiempo, mis vacaciones cambiaron, ahora pasear por la playa, leer largas horas, escuchar música o una tertulia nocturna, con buenos amigos   o mi familia son mi mayor tesoro.
Y un clásico que espero con ansiedad todas las mañanas de mis fines de semanas y que no falta durante años, cuando remoloneas en la cama después de haberte acostado muy tarde, y suena  en la calle ese megáfono de un auto anunciando a viva voz:
   -“A llegado a la puerta de su casa el tapicero. Salga e infórmese. Tapizamos todo tipo de muebles, sofás, descalzadoras. Tenemos un amplio surtido de telas, panas, skay. Somos especialistas en discotecas. Salga y compare precios. Les informaremos sin ningún compromiso”
Eso me hace pensar que hay algo que permanece inamovible en mis veranos, más que el mar o el cielo, es el señor que grabó el mensaje del anuncio. Habría de explicarle que la gente ya no usa descalzadoras, las discotecas no tapizan, compran en "Ikea" y que el "skay" y la pana están muy reñidas con el calor del verano. Pero aún así, el día que ese megáfono no me despierte a las nueve de la mañana, los fines de semana de cada verano, seguramente ya nada será lo mismo.
Susa Martin

miércoles, 10 de agosto de 2011

LIPDUB THANATOS 2011



Aquí tenéis el LIPDUB de Thanatos, un gran MegaPlayback que hizo las delicias del público asistente a la gala final de nuestro 9º festival de cortos. Una gran experiencia que habrá que repetir.
 Una experiencia fantástica, lo que nos reimos con aquella botella que nos dieron para hacer el rodaje, que no bebimos ni una gota , que se derramó encima nuestra y estabamos pegagosas, y a la hora de brindar allí no quedaba ni gota.
A tercera, que fué la definitiva, mis amigas desaparecieron, en la mesa que estabamos la habian ocupado otra gente a las que yo ni siquiera conocia, Susa botella en mano, y Fernando Pérez gritando que me sentara en mi mesa, ahora ocupada por desconocidos.
Una tarde para mi recuerdo.
Brindo por ellos, por Thanatos y sus miembros, y su esfuerzo. Os dejo su página para que le sigais.
http://thanatosfestival.blogspot.com/2011_04_01_archive.html

En el programa de radio de una amigas

                                                 Loli Rodriguez  y Susa Martin
Enlace para escuchar el programa


LAS...SOMOS, TODAS

  27 De Abril De 2011

(Programa 110)

  Un recuerdo muy agradable de una tarde compartida con unas amigas que hacen este programa de radio, al que tuve el honor de ser invitada,
Dejo las fotos y el enlace para poder escuchar el programa completo. Así como mi agradecimiento por el cariño con el que me tratan siempre .
.



NOTICIAS LOCALES: 
    Actos de la celebración del día de la República: Pinilla, Felipe Alcaraz, Manifestación en Sevilla...             
    Gala de Thánatos       
    Día del Libro 
    Visita de Pavillonenses
    Nueva sala del museo
    Encuentro con equipo de Rugby
    Listas electorales
    Semana por la Paz en Marinaleda

ENTREVISTA: 
    Susa
LIBROS: 
    "Doble esplendor". Constancia de la Mora
CINE: 
    Cortometrajes
VERDE: 
    ¿Qué es más ecologico, los libros o los e book?
FRIVOLIDADES: 
    Las tamboradas aspiran a ser Patrimonio de la Humanidad.
OTRAS NOTICIAS: 
    La revolución en Wisconsin


http://lassomostodas.blogspot.com/2011_04_01_archive.html

jueves, 14 de julio de 2011

Paisajes del campo

                                Campo de trigo al caer la tarde

 Fotos de Susa                            

                                 Trigal

                               campo de   adormideras

                                 Trigal

                               Girasoles

El campo.

                                                   Lámpara de carburo

                                                Palanganero

                                      Medidas para el grano

                                           Haciendo salmorejo
                                                   
                                cantarera

                                 Romana


                                            Abubilla


                                              Gallina con pollitos


                                            Gallina clueca
                                  el gallinero

                                           Huevos

"Una estrella y un mar de trigo".

                                            " El Monte"  acuarela  60x40. Susa Martin
Los veranos de mi infancia los recuerdo como quizás lo mejor de mi vida. En la época de la siega en este verano tórrido de mi ciudad, nos íbamos a un cortijo de mi familia “El Monte”, aún permanece erguido encima de un cerro majestuoso, como el señor de todos los campos de alrededor, su caserío de fachadas encaladas  y gruesos muros, dominando el paisaje de tierra llana  a sus pies, trigales , girasoles ,  olivares algunos eucaliptus, chaparros, higueras, y en esa época el trigo, esos campos dorados en los que el cuerpo de una niña de mi edad casi se podía perder entre sus espigas. Siempre me gusto  andar por los terrones, hundir mis zapatos en la tierra dura que va desmoronándose en cada pisada.
Esos veranos, en los que el día abrasaba, los mosquitos invisibles nos acribillaban, pero sus noches  eran limpias,  los olores se magnificaban,  el olor a trigo, a tierra húmeda, permanecen en mi como una huella indeleble, a  veces creo vislumbrarlo en algún otro lugar y aspiro profundamente en busca de ese olor o quizás de aquellos recuerdos.
Los olores y la memoria, aquella alacena  en el salón del aquella casa donde se guardaba el chocolate y que olía de una manera indefinible que quedo grabada en mi, o el cajón dónde se guardaban los panes que duraban para varios días.
 Podías tenderte en la era y contemplar ese cielo atiborrado de estrellas, buscabas entre ellas el carro, la osa mayor, y el canto de los grillos y las cigarras. Y levantarte con el canto de los gallos, algo que siempre me transporta a mi niñez de aquel sitio.

                                                           El canto del gallo
Y la gente, aquellos campesinos, gente humilde que después de sus tareas por fin descansaban y se reunían en una tertulia distendida, durante horas,  y que a mí me encantaba, aunque a veces ni siquiera podía entender de que hablaban, cosas de la gente de su pueblo, que si fulana abortó, que si el mengano se fue con la cual  a Barcelona, conversaciones de otro mundo para una niña que no tenía conocimiento de palabras como aborto, y que se guardaban con sigilo,  y que luego a escondidas buscaba en el diccionario, siempre fui niña de ese libro mágico que respondía a las preguntas que los mayores evitaban.
Recuerdo aquello con una gran alegría, no es necesario que un recuerdo permanezca nítido dentro de ti pero si la sensación de aquel momento vivido.


                                                 "Cortijo "El Monte", lápiz. Susa Martin

Allí  vivían varias familias que trabajaban  en las faenas del campo, cada cual vivía en una zona de la finca y compartían una enorme cocina  dónde lo único que había era una chimenea grande, apagada según la época,  unos bancos largos de piedra, una mesa de madera  rectangular de varios metros, y poco más, allí era donde uno de ellos, el aperaor, se llamaba el cargo que desempeñaba entre los trabajadores, se encargaba de hacer la comida mientras los otros iban a realizar sus labores, allí me gustaba sentarme y mirarlo como en una macetilla de barro entre sus piernas y una maja de madera entre sus callosas manos de campesino, con toda la paciencia del mundo, como si el tiempo no tuviese ningún valor, majaba los ajos,  con la sal, los tomates, el pan e iba añadiendo poco a poco el aceite para hacer salmorejo, esa era casi la comida diaria de aquellas gentes.  Mientras él majaba, me contaba historias, que yo escuchaba embobada.
 Otras veces el porquero nos hacia un látigo, o algo que podía simularlo mejor dicho, una rama y una simple cuerda y mi hna. y yo lo acompañábamos a cuidar  los cerdos, volvíamos embarradas pero felices. 
O buscábamos los huevos recién puestos en el gallinero que rebuscábamos como si fuesen un tesoro, y gritábamos:
-¡aquí hay uno¡
esa sensación de tomar el huevo aún caliente entre tus manos, con mucho cuidado de no partirlo.
 Y entrar en el palomar, ese sitio nunca me atrajo demasiado, las palomas me  parecían antipáticas e independientes.
Hacíamos excursiones  a los eucaliptus, a pocos metros de la vivienda, dónde hay un pozo ,  nos asomábamos a su brocal e intentábamos sacar agua tirando de aquel cubo de cinc amarrado a aquella gruesa soga , y la polea se resistía ante nuestra poca fuerza, pero el permitirnos acercarnos allí era reconocernos mayores, ya teníamos cuidado no haríamos tonterías, conocíamos que había que hacer, y nos sentíamos importante cuando algún niño de la ciudad nos visitaba:
 -¡ten cuidado, puedes caerte y es muy hondo¡
 como si realmente en algún momento hubiésemos medido esa oscuridad en la que se ocultaban monstruos espantosos y del que jamás nadie regresaba.
Inventábamos  historias, mirar dentro de un pozo es como sumergirte en un misterio., siempre es inquietante, y surgía la magia, la curiosidad de intentar saber qué habría pasado  en esa incógnita negrura inabarcable para dos niñas pequeñas. Quién habitaría aquella negrura invaluable.
Buscábamos nidos, las abubillas recuerdo me encantaba  aquel pájaro me atraía no sabría decir bien porqué.
 Y el tiempo se detenía, no servían los relojes, no había nada que hacer, yo dibujaba, copiaba de los tebeos, leía constantemente, o me perdía por el caserío, por sus patios, por el campo, pasaba horas montada en una higuera, mientras canturreaba algo que no logro recordar, o me subía aun viejo arado mohoso aparcado hasta su final definitivo en la era e imaginaba viajes  míticos. Nadie te buscaba, eras la dueña de ti misma  por fin después de un año de rigurosas normas de los colegios de monjas, eras  libre, todo el tiempo te pertenecía, el cielo estrellado era parte de ti, la gente te tenía en cuenta a pesar de ser una niña de poca edad tenían tiempo de hablarte, de escucharte.
Y de vez en cuando aparecía un camioncillo  que cuando abría su puerta trasera  era como magia, la tienda ambulante , que recorría las fincas llevando paquetes de arroz, agujas o bobinas de hilo y demás enseres necesarios, y algún capricho caería, chocolate , algún caramelo, algún tebeo,  aquel día era fiesta.
Y bañarme en los montones de trigo, en los graneros nadar entre los granos ese era nuestro juego favorito, algo que siempre recuerdo con mayor añoranza.
Y acompañar a mi padre en la noche a quemar rastrojos, la paja que iba ardiendo formando una luz roja  intensa, en esa noche te sentías como importante, ayudabas a tu padre, no podías acostarte temprano, aunque realmente no hacías nada.
Y pasaban los días sin calendario, si reloj, sin luz eléctrica, sin agua corriente, pero te sumergías  en el todo como una parte indisoluble de la vida. Teníamos lámparas de carburo  y una pipa de agua a la puerta, no eran necesarios los grifos, ni las bombillas, nadie los echaba de menos.
Esos recuerdos son aromas a plantas de garbanzos, al tacto gelatinoso al tocar sus tallos,  la sensación al desgranar una flor seca  de girasol, y comer sus pipas aún crudas, o el olor a parra, y el sabor de las moras recién cogidas, que te teñían las maños y los labios de oscuro.
Esos años en los que una estrella que me pertenecía y toda la vida  entre mis manos.